El deber es todo aquello que debemos a la humanidad, deber es lo que debemos a nuestros semejantes, a nuestros vecinos, a nuestras familias, pero sobretodo, deber es todo aquello que debemos a todos los que son más pobres y desamparados que nosotros.
El deber es una deuda que si no es satisfecha durante la vida nos hace espiritualmente insolventes y nos puede crear un estado de quiebra moral que seguramente repercutirá en nosotros en la próxima encarnación.
La historia budista esta llena de grandes actos amorosos y heroicos, los deberes budistas se referían a ser todos una sola voluntad, ser todos una sola humanidad, ser amorosos y afables, no devolver mal por mal, ni injuria por injuria, sino al contrario, ser bondadosos. “Compadézcanse unos a otros, consuélense unos a otros”, dicta el deber budista.
Los deberes de los budistas, de los discípulos de los alumnos de los seguidores de Buda eran estos y eran siglos antes de que apareciera Pedro. La ética cristiana es grandiosa, la filosofía budista es igualmente grandiosa, las personas de hoy en día que cumplen con el deber por el deber mismo son muy pocas, pero son más pocas las que se imponen ese deber tan sólo por la satisfacción de su propia conciencia.
A medida que la luz espiritual crece dentro del corazón, a medida que crece es más potente el anhelo por la vida pura. La conciencia se abre hacia los grandes secretos lugares donde se hace Unidad toda la vida, donde toda la vida son una sola. Desde entonces, esta forma física, material, manifestada y fugaz, ya se de nosotros o de los demás, pierde cierto encanto y fascinación, y buscamos el profundo infinito.
En vez de la forma física, en vez del aspecto físico de nuestras vidas, buscamos la eterna esencia recóndita dentro de nosotros mismos. Ya no buscamos tanto la forma física externa, ya no buscamos tanto el medio ambiente de nuestras vidas, ya no buscamos tanto la proximidad con nuestros amigos; sino por el contrario, lo buscamos en esa tranquila paz dentro de nuestras almas, donde el espíritu habla al espíritu y el espíritu responde, donde no entra la separación, a donde ni la enfermedad, ni la tristeza, ni la muerte, pueden llegar.
En el sentido más profundo, la pureza significa una vida libre de toda inquietud, una vida libre de todo pensamiento agresivo y transgresor. Y cuando de esta manera, el alma queda limpia y pura, se refunde en su esencia, en el gran espíritu, en su forma, en el alma primordial.
Por haber destruido el muro humano de separatividad ya no son dos, sino una sola la conciencia que vibra en lo más interno y divino del ser. En ese momento, y para siempre, los puros de corazón y los limpios de corazón verán a Dios porque se convierten en Él.
Bienaventurados en ese momento los puros de corazón porque ellos verán a Dios. Dios, alma suprema, Dios principio, Dios final de todos los seres.
La influencia del rayo se especializa en la curación, la verdad y la ciencia, como también en las leyes, los principios y las reglas, Veamos que son cada uno de estos conceptos y el porqué de su importancia.
Las leyes, los principios y las reglas son manejadas por todos, ya sea un Maestro Ascendido, un iniciado, un instructor, un canal, un discípulo, un aspirante, o un curador con su paciente. Todos manejan leyes, principios y reglas que los gobiernan. Unas son emanadas del Padre que actúan en el cosmos, en un sol, en un planeta, en la humanidad; y otras son leyes, principios y reglas de la tierra y de los hombres, hechos para tratar de aprovechar la convivencia.
Los Principios son duraderos, el cuerpo y las personalidades son transitorios. Los Principios pueden durar una eternidad, las personalidades sólo pueden durar desde el punto de vista del tiempo.
Un principio es aquello que busca el mejor bien para el mayor número, como serían los principios para la humanidad que funcionan para el mayor número de seres. Un principio contiene amor en actividad, un principio contiene amor que impulsa hacia adelante. El principio es amor en movimiento. Resumiendo lo anterior un Principio quedaría definido como “todo aquello que puesto en movimiento busca el mayor bien para el mayor número de personas”.
Cuando un principio es tal, atrae la mente y el interés del hombre. Si para la personalidad de este hombre el principio tuviera poca importancia, para su alma no la tiene, porque el principio conecta su alma con las demás almas. Sólo cuando buscamos ser guiados por nuestra propia alma, la personalidad puede entonces y luego, responder, y así adaptarse al principio, a esto podemos llamarle LA COMPRENSIÓN DEL PRINCIPIO.
Que un hombre ame a su mujer, que un hombre ame a su esposa y a sus hijos es la afirmación de un principio, pero este amor debe luego ser cambiado por un principio más grande que es: “el amor a todos sus semejantes”.
Hay principios que tienen que ver con la vida diaria, lo mismo que hay principios muy elevados, pudiéramos decir: PRINCIPIOS COTIDIANOS Y PRINCIPIOS DIVINOS.
En el ser humano, los principios de la personalidad ¿cuáles son? Son los que tienen que ver con el Yo Inferior, de aquí se forman las bases para un progreso posterior. Una persona que vive bajo los principios de la personalidad, a medida que evoluciona, va viviendo de acuerdo a otros principios. Éstos de la personalidad son las acciones humanas del hombre no evolucionado, son las reglas comunes para vivir decentemente.
Los principios del Yo Superior, ¿cuáles son? Son los que tienen que ver con LA SABIDURÍA Y EL AMOR y el vulgo no los comprende todavía; por lo tanto, pudiera haber un choque entre los seres humanos que son influidos por los principios de la personalidad y los que son por los principios superiores.
En ningún momento he pronunciado una palabra despectiva para un grupo de seres humanos, si nuestro verbo es el amor, el término VULGO se pronuncia por lo que las palabras son cortas.
Se aprenden por medio del servicio y la renunciación: “DA y por lo tanto RECIBE”.
Es el ser humano que nada quiere para sí y el cielo lo colma de riquezas, que da lo que tiene y es recompensado en abundancia; que su vida es de renunciación pero es la persona más rica del mundo.
Son los que capta el espíritu del hombre y de la mujer, porque sólo son comprendidos por la conciencia espiritual, por la unidad cuando se trasciende la vida activa personal (esa vida de trabajo diario), y se buscan LAS INICIACIONES MAYORES. Es cuando se llega a la comprensión de esos principios mayores que significan unidad y desapego .
Enfocarnos en el deseo puede ser una seria pérdida de fuerzas. Sabemos todos que el deseo es producto de la actividad astral humana, pero también debemos saber que muchos deseos están entrelazados con la mente. El deseo puede ser controlado y eliminado por la acción de la mente y del pensamiento, a medida que vamos controlando el deseo por la acción de nuestra mente, lo vamos transmutando en voluntad, aunque reconozcamos que de voluntad muy poco tenemos; pero en fin, con la que tengamos, iremos al menos, poco a poco, transformando el elemento deseo en voluntad, aspiración y determinación.
El iniciado debe buscar la eliminación y la destrucción de los aspectos inferiores del deseo, formas destructivas y malsanas, vicios inferiores. Un ejemplo de estos vicios sería el de la desesperación, al cual hemos sucumbido muchos. Aunque sea muy difícil la tarea de eliminar todo vicio y todo deseo inferior, la perseverancia de eliminarlos debe ser garantía para el triunfo y la superación. A pesar de que esta tarea pudiera ser sobrehumana las fuerzas del cielo y del universo estarán alentando al iniciado porque sabe que estas fuerzas están de su lado.
Un iniciado que quiera matar el deseo para nivelar su karma pudiera, si se lo propone, lograr este propósito. Pero someter al deseo y asfixiarlo no sería el procedimiento más recomendable. Pongamos el amor del iniciado como ejemplo, los amores particulares, personales del iniciado no deben ser destruidos, sino deberían ser transformados de aspectos particulares a aspectos universales. El iniciado no debe ser un témpano de hielo sino al contrario un océano de amor. El amor del iniciado no debe de destruirse, ni someterse, ni asfixiarse, sino transformarse para que tenga efectos en el mundo entero. Lo que sí debe hacer el iniciado y el discípulo es eliminar todo deseo malsano, ofensivo y repugnante; lo que sí debe de hacer el iniciado es transformar el deseo en amor, en aspiración, en determinación.
La voluntad es el deseo sublimado, la voluntad del iniciado es el aspecto superior del deseo, enfocar nuestro propósito en el deseo puede ser una gran pérdida de tiempo y de fuerzas si algo hay que desear es amar a toda la creación; el iniciado es un océano de amor no un témpano de hielo; el iniciado ama a todos en el nombre de Dios.
La mayoría de nosotros: instructores y discípulos deberíamos de considerarnos estudiantes unidos para un fin común y por un fin común. Si el instructor se considera superior al discípulo o bajo cualquier otro forma, diferente a la de discípulo, podríamos ser culpables del pecado de separatividad y éste es uno de los verdaderos pecados.
El instructor debería asegurarse que haya en él un constante fluir de fuerzas desde el reino de su propio espíritu, para ser influido él mismo en todo su ser; ofreciendo así, las fuerzas de luz, de amor y de servicio que hay en constante intercambio entre quienes se dedican a la instrucción y a la enseñanza, y el discípulo que busca la instrucción.
Realizar un gran trabajo en este sentido significa que exista la confianza y la fe en las vibraciones y emanaciones áuricas el discípulo y del instructor. Esto provocaría la correcta vibración y ésta a su vez será el motivo, la base o la condición para un trabajo exacto entre instructor y discípulo. De lo contrario, la falta de fe, la falta de confianza, la falta de voluntad, la falta de comunicación de uno u de otro o ambos (instructor y discípulo), aunado todo esto a la inquietud emocional, obstaculizará el trabajo ha desarrollar
Por lo tanto, quienes se dedican al trabajo de la instrucción deben y deberían de tener mucha paciencia para trabajar con las personas. Una desarmonía física provocada, por ejemplo, por haber violado la ley del ritmo puede impedir al cuerpo físico ser adecuado y receptivo. Una preocupación o ansiedad por mucho tiempo puede hacer vibrar al cuerpo astral a un nivel que dificulte la recepción de la buena vibración espiritual. La crítica, la condenación, el prejuicio y el orgullo, puede inutilizar al cuerpo mental.
Todos estos conceptos son hijos de la mente y del pensamiento, por lo tanto, el instructor y el discípulo deben vigilarse con mucho cuidado a sí mismos. y mantener una constante y continua paz y armonía interiores, procurando que sea esto en todo momento.
A la jerarquía le resulta muy difícil utilizar a los instructores muy emocionales como transmisores y en toda actividad de trabajos de transmisión. Este comentario es útil también para discípulos, porque hay que recordarles que también algún día en algún momento estos discípulos formaran parte del grupo de instructores.
Aprendan a vigilar sus pensamientos, aprendan a controlar lo que se piensa. Los maestros necesitan de un constante y verdadero aplomo interno de parte de quienes tratan de utilizar esta Palabra (y se pronuncia en el sentido Divino y grandioso del término). Además, se acerca el momento en el que toda la raza humana sea más sensible y telepática; se acerca el día en que los pensamientos sean del dominio público y la humanidad conocerá lo que los demás piensan; por lo tanto, vigilemos y controlemos nuestros pensamientos en todo momento.
En la medida en que purificamos nuestro vehículo físico para que sea más receptivo, tal como lo menciona mi amado hermano y Maestro Hilarión, que purifiquemos y controlemos nuestro emocionalismo y seamos atentos a lo que pensamos y a lo que hablamos, seremos seres humanos más adecuados para el trabajo espiritual que ya tenemos encima..